viernes, 30 de noviembre de 2012

Salarios

Existe la convicción generalizada de que, para que España recupere la competitividad de la economía con respecto a sus socios del norte de Europa, se debe producir un ajuste muy grande de los precios y salarios. El problema es que, por lo visto en los últimos años en nuestro país, es bastante más fácil ajustar lo segundo que lo primero, como explicaba el otro día Manuel V. Gómez en El País.

Y así, las condiciones económicas de los trabajadores se han ido deteriorando progresivamente. El salario más común en España ahora mismo es de 16.000 euros al año. 
Y la participación de los salarios en la renta del país ha ido menguando progresivamente en las últimas décadas, frente a los beneficios empresariales. 


La lógica económica establece que las empresas deben aspirar a obtener los máximos beneficios posibles, pues cuanto más dinero ganen, más dinero podrán reinvertir en la economía, lo que beneficiará a todos. Pero muchas compañías dedican más del 50% de sus beneficios al pago de dividendos.

Y el problema de contar con un número creciente de trabajadores con unas condiciones salariales que no les permite desarrollar su vida de forma digna no es sólo el de generar un caldo de cultivo para una fractura social, sino que cada vez más expertos están preocupándose por las implicaciones que esta abundancia de trabajadores infra-remunerados puede tener sobre la economía en su conjunto.

Felix Salmon lo expone crudamente en este post sobre la economía estadounidense, donde los salarios se han  ido encogiendo progresivamente para los trabajos peor remunerados, de forma que se da la paradoja que ya no hay tanta diferencia entre lo que cobra un trabajador en una factoría de Foxconn en China que lo que cobre un blue-collar worker en América. Es decir, que más que conseguir una equiparación de las condiciones de trabajo de los chinos con Occidente por arriba, nos estamos equiparando por abajo. 

En EEUU es donde esta divergencia entre las condiciones salariales de muchos trabajadores de baja cualificación y el creciente beneficio de las empresas, donde trabajan más claramente se ha manifestado. El poder de compra del salario mínimo es ahora en aquel país un 30% inferior al de 1968.

El caso de Hostess, el fabricante de bollería industrial que quebró a principios de mes, es sintomático en este sentido. Sus trabajadores, expuestos ante la disyuntiva de que sus salarios pasaran de 48.000 a 5.000 dólares al año, prefirieron que cerrara la empresa, aunque perdieran sus puestos de trabajo. Es decir, la compañía ofrecía un salario tan bajo que no fue capaz de encontrar trabajadores que lo asumieran, y como consecuencia, quebró. Es un nuevo giro al significado del término poco competitivo...

Tanto es así que en otras industrias típicamente americanas como el fast food, también existe un creciente descontento entre sus trabajadores. Es el caso de McDonald's, cuyos empleados se están movilizando para ir a la huelga ante las intolerables condiciones salariales de la empresa en EE.UU.

Los salarios y los precios, en una economía competitiva, se determinan por el mercado, y se ajustan solos, pero la realidad es, a veces, algo más compleja, y requiere una reflexión por parte de todos, porque la sociedad en su conjunto no va a salir ganando por un empobrecimiento generalizado de los trabajadores a costa del beneficio de unos pocos. 

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